jueves, 30 de abril de 2009

Detalles. Et in Arcadia ego...


Vista matinal desde una de las ventanas de 4ºC durante la jornada lectiva.

martes, 21 de abril de 2009

Don Fernando Carrasco. Un gran olvidado.

Nuestra famosa marquesa afincada en La Roda, Doña Joaquina de Arce y Lara, representaba el ejemplo claro de aquellas mujeres que aunque en aquella época no podían disfrutar directamente de cargos y preeminencias, sí les correspondía la tarea de transmitirlos a los varones que se estableciese según la legislación del momento. Así, Doña Joaquina había heredado varios oficios de su padre, regidor en su día del ayuntamiento de La Roda, que más tarde serían ejercidos por su marido, Don Fernando Carrasco Rocamora, Señor de Pozo Rubio. Uno de aquellos oficios consistía en un cargo de "Regidor Preeminente de Primera acecentado con voz y voto"  junto con las "ejecutorias civil y criminal del Número y Ayuntamiento (...) con la facultad de nombrar tenientes que la sirvan". De este modo, el 4 de agosto de 1803 fue nombrado Teniente Don Diego de la Torre y Villanueva.

Aquel poder con el que los miembros de esta familia nobiliaria influían en la politica fue ejercido igualmente en la localidad de Albacete, donde también residían de manera habitual. Sin embargo, no parece que Don Fernando utilizara ese poder de manera arbitraria sino que más bien se comportó en su dia como una persona en principio coherente y de buen proceder; era muy ilustrado, y siempre andaba preocupado por mantener en orden su archivo personal, tareas que sin embargo no le obstaculizaban a la hora de intentar aumentar sus propiedades con otras procedentes de ramas extintas de la familia, o de moverse hábilmente en los muchos pleitos que por entonces andaban abiertos por el mantenimiento de la jurisdicción del señorío de Pozo Rubio, siempre atacada por el vecino concejo albacetense.

Anotemos como curiosidad que junto a la tarea de Alférez Mayor de Albacete, durante diecinueve años trabajó como Tesorero de Caminos de las obras de la carretera de Valencia, "sin interés ni consignación alguna, con sólo el fin de hacer este servicio en beneficio de la Corona." De igual modo, ejerció como Juez y Director Económico de las obras del Real Canal "para el desague  de las Lagunas de este término",  una tarea que le fue encomendada por la Secretaría de Despacho Universal de Estado y Hacienda, a través de las Reales Órdenes insertas en la Real Orden del día 1 de enero de 1805. Ambas ocupaciones mejoraron notablemente con el tiempo la calidad de vida en la villa albacetense, por lo que la labor en ellas de Don Fernando resulta loable, además de desconocida y por lo tanto poco reconocida.

Ante tantos trabajos por efectuar, Don Fernando llegó en un momento a dejar traslucir su fondo sentimental, reconociendo el hecho de que muchas veces se vio en la obligación de dejar a su "cara y amada esposa", con el fin de llevar a cabo estas responsabilidades.

Falleció en 1807, siendo enterrado en el nuevo cementerio de Albacete, del que ya hablamos en otro lugar.



viernes, 17 de abril de 2009

MAL DE STENDHAL


Cuando salió de la iglesia de la Santa Croce, experimentó con más intensidad esa sensación de zozobra y éxtasis que había tenido en otras ocasiones. El corazón le latía deprisa y las robustas piernas apenas podían sostener su breve y redondo cuerpo, embriagado por los monumentales frescos del Giotto, el desafiante crucificado de Cimabue y los delicados vaciados de Ghiberti di Bartoluccio. Mientras admiraba el lugar exacto donde reposan los restos del humanista Leonardo Bruni, había sentido la absoluta necesidad de buscar rápidamente la salida, un espacio abierto donde devorar a borbotones cualquier soplo de aire fresco.
Tras el episodio de los Cien Días, el funcionario de la administración imperial napoleónica Henri-Marie Beyle se había trasladado a vivir a Milán. Desde allí había recorrido toda Italia, estudiando la pintura del Renacimiento y visitando, como el primero de los viajeros modernos, sus principales ciudades. En Florencia, las calles que bordean el Arno y los recovecos del anfiteatro que conducen hasta la iglesia de los franciscanos le procuraban una fascinación especial. Un día de primavera de 1817 llegó ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados, donde el ser humano se muestra indefenso ante tanta acumulación de belleza y ésta se transforma en un incomprensible deseo de estallar; en una compulsión de risas y llantos incontrolables.
Después de Beyle muchos otros han sufrido el mal que produce la contemplación prolongada del arte. Los más, tienen en común con aquél su vocación de turista testarudo, pero unos pocos poseen la verdadera sensibilidad del goce estético, aquella que perturba la razón y conmueve el alma.

El síndrome de Stendhal fue diagnosticado por la psiquiatra Graziella Magherini en 1979. El escritor Henri Beyle escogió el nombre de la ciudad de origen de J.J. Winckelmann como uno de sus seudónimos, con el que ha pasado a la posteridad.


Imagen: Interior de la iglesia de la Santa Croce en Florencia.

martes, 7 de abril de 2009

Detalles


Parada en el Camino de la Virgen; comienza la primavera.