miércoles, 2 de marzo de 2011

Villanueva de los Infantes: Arte, cultura, aniversarios y devociones perdidas

Una de las muchas vivencias históricas que se pueden encontrar por las solariegas calles de esta ciudad manchega, es la que nos traslada a tiempos bajomedievales a través de la presencia de la Orden de Predicadores o Dominicos en el lugar. Dicha presencia resultó de una enorme relevancia en Villanueva, a juzgar por los restos artísticos, culturales y devocionales de la misma que aún perduran, y que nuestro grupo de trabajo RUTBA tuvo la oportunidad de comprobar durante su reciente y grata visita a la localidad.

* Acercamiento histórico

El origen de Villanueva de los Infantes se remonta hasta diversos poblados prehistóricos de las Edades del Cobre y del Bronce, en cuyas cercanías se levantó tiempo después un poblado romano, fundado según la tradición por un liberto de Augusto llamado Marco Ulpio Gresario. En los siglos siguientes las invasiones árabes destruyeron el enclave, que sería reconstruido posiblemente por familias judías, con el nombre de Jamila.

Tras la derrota de los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), Alfonso VIII la recuperó y la entregó a la Orden de Santiago, a cuyos territorios o maestrazgo ya pertenecía al menos desde 1245. Sin embargo, la continuidad de la repoblación cristiana en Jamila no duró demasiado tiempo, ya que las malas condiciones de vida y la insalubridad del lugar, derivados de la humedad proveniente del rio Jabalón, condujeron a que los vecinos se trasladaran a un nuevo asentamiento al que llamaron La Moraleja, muy cercano a la actual ubicación de Villanueva de los Infantes.

Desde 1350 La Moraleja fue una aldea dependiente de Montiel; sin embargo, su enorme prosperidad provocó que en el siglo XV su población superara a la de Montiel, por lo que el maestre de la Orden de Santiago e infante de Aragón, Don Enrique, determinó convertirla en villa independiente el 10 de febrero de 1421, concediéndole jurisdicción y sello propios. En agradecimiento por este gesto hacia el infante y sus hermanos, La Moraleja cambió su nombre por el de Infantes en 1480, al que en 1490 se le unió el de Villanueva.

Durante toda la Edad Moderna su población continuó creciendo, convirtiéndose en una ciudad de importancia, siendo nombrada capital política y eclesiástica del Campo de Montiel por Felipe II en 1573, así como sede de la Gobernación de la Orden de Santiago en dicha época. Igualmente, fue centro cultural de gran renombre durante el Siglo de Oro, a cuya memoria pertenecen personalidades como Santo Tomás de Villanueva, el humanista Jiménez Patón, el artista Francisco Cano, y los genios universales de Quevedo, Cervantes o Lope de Vega.

Su relevancia aún se mantuvo en los inicios de la Edad Contemporánea, al radicar en ella la sede de la Junta Superior de La Mancha que se enfrentó a los franceses durante la Guerra de la Independencia, y culminando el siglo XIX con la concesión del título de ciudad por la reina Mª Cristina de Habsburgo en 1895. Finalmente, obtuvo la declaración de Conjunto Histórico Artístico en 1974.


* Los restos de la Orden de Predicadores. Devoción y cultura.


Volvamos de nuevo a tiempos bajomedievales para encontrar los vestigios de una de las devociones que nacieron en la antigua Moraleja para cristalizar en la floreciente Villanueva, y que por lo tanto se encuentra dentro de su esencia cultural. Como en otros muchos lugares de nuestra geografía, la figura de Santo Domingo de Guzmán (1170-1221), fundador de la Orden de Predicadores o Dominicos conformó la creación de una orden monástica que tuvo mucho que ver en la repoblación de estas tierras manchegas, no sólo con la fundación de conventos y la posesión de extensas propiedades rústicas y urbanas, sino también con la propagación de actitudes y devociones religiosas como la del Santo Rosario, la cual originó el nacimiento de las populares cofradías dedicadas a la Virgen del Rosario.

En Villanueva no es raro encontrar edificios emblemáticos de la orden dominica, además de algunos otros con los que podamos relacionarla, tales como la Casa de la Inquisición situada en la calle de Santo Tomás, institución cercana a la Orden desde antiguo. Los símbolos dominicos que se pueden encontrar por la población resultan fácilmente identificables: la cruz flordelisada en tonos blanco y negro, o el perro con la antorcha en la boca; en otros casos también aparecen una estrella y un ramo de azucenas, y todos hacen referencia a la familia o a momentos de la vida de Santo Domingo.

Aunque tradicionalmente se le conoce como una imagen de San Vicente Ferrer, tal vez pudiera tratarse de la del santo fundador aquella que podemos contemplar en el interior de una hornacina o nicho en la portada del Convento de la Encarnación que abre hacia la calle Honda. El santo dispone a sus pies la citada escultura del perro con la antorcha en su boca. Su interpretación hace referencia al sueño que tuvo la madre de Santo Domingo antes de que él naciera (encendería el fuego de Jesucristo por el mundo mediante la predicación), o al juego de las palabras latinas Dominicus (Domingo), o bien dominus (señor) y canis (perro): el "perro del Señor" o "el vigilante de la viña del Señor".

Este convento de monjas dominicas de la Encarnación fue fundado en 1598, pero tras los decretos desamortizadores del siglo XIX, actualmente tan sólo queda su iglesia, de la cual sobresale un altorrelieve de la Encarnación dispuesto en la fachada principal que da a la calle Cervantes.

Esta misma devoción sería el germen del otro convento dominico en Villanueva, el de Santo Domingo, fundado en 1526 y cuya iglesia muestra una curiosa portada decorada con la imagen de un fraile dominico predicando desde el interior de un púlpito; todo ello queda enmarcado por una hornacina, coronada por un letrero o cartela sobre el cual puede leerse "Orden de Predicadores."

Fue desamortizado en el año 1844, destinándose a su altar mayor el sencillo pero bello retablo que procedía del antiguo convento franciscano de la localidad, que fue igualmente desamortizado.


Del antiguo convento dominico, cuyas dependencias funcionaron como escuelas hasta el año 1979 y que se encuentra actualmente convertido en hospedería, se mantiene un claustro de armónicas proporciones y ladrillo mudéjar, así como la celda en la que falleció el insigne escritor Francisco de Quevedo en septiembre de 1645.


* Siguiendo a San Vicente Ferrer por La Mancha (600 Aniversario de su predicación castellana)


Otra de las grandes figuras de la Orden de Predicadores fue San Vicente Ferrer (1350-1419), que gozó en aquellos siglos de gran fama por sus milagros y su brillante oratoria. En sus sermones, que podían durar hasta seis horas, se centraba especialmente en temas como el mantenimiento de las buenas costumbres (sobre todo en las mujeres), y la penitencia, para lo cual se hacía acompañar en sus viajes de dos procesiones, a modo de misterioso e intrigante cortejo: una de hombres que portaban una imagen de Cristo Crucificado, y otra de mujeres que llevaban una imagen de la Virgen. Es por esto por lo que recientemente se le atribuye en cierta manera uno de los orígenes remotos de los primeros comportamientos procesionales penitenciales, así como de cofradías como las de la Sangre de Cristo o de la Vera Cruz.



Sin embargo, su postura enconada en contra de la comunidad judía, aún hoy genera controversias sobre su comportamiento. Ejemplos como la promulgación de las antijudaicas Leyes de Ayllón y el cierre de la sinagoga de Santa María la Blanca de Toledo, sucedidos ambos hechos en 1411 gracias a su predicación en aquellas ciudades, marcaron para siempre los destinos de dicha comunidad, al generar conversiones en masa, y cierta actitud hostil hacia los hebreos por parte de los cristianos.


Quizá por ello y por algunas otras razones que con los siglos se han difuminado en la memoria, en muchos lugares el santo no era bien recibido; en este sentido, resulta bien conocida la tradición aún presente en varias zonas, referente a que a la salida de los pueblos se sacudía las sandalias para no volver más allí. Así se conoce en Alcaraz o en Lorca, lugar éste último donde fue el mismo santo el que comentó que de allí no quería ni el polvo. Por ello, una canción de la misa de la Aurora de esta localidad decía: San Vicente, patrón de Valencia/ al subir al Cielo, le dijo al Señor / que de Lorca no quería ni el polvo;/y el Señor le dijo que tenía razón./ En una ocasión/ le pusieron en la Corredera/ y le pasaron coches y carros en montón./


Precisamente este año de 2011 se conmemoran los 600 años de la predicación que el santo efectuó en la primavera de 1411 desde Murcia hacia el interior de la Meseta, hasta llegar a Salamanca en 1412. Pero… ¿Realmente pudo pasar San Vicente por Villanueva? Nada se sabe al respecto, pero nos aventuraremos en las profundidades de la Historia, aportando la posibilidad clara de que el santo sí visitara la localidad. Como tal lo apunta el estudioso Pedro M. Cátedra, afirmando que durante su peregrinación castellana por estas zonas del interior, el santo recorrió un itinerario que según los documentos antiguos recopilados por el autor, discurría por estas localidades:


Murcia, Molina, Cieza, Jumilla, Alcaraz, Moraleja, Albacete, Villaverde, Villarreal, Malagón, Jémenes, Orgaz, Nambroca, Toledo.


De estos nombres, Jémenes debe de tratarse del actual Los Yébenes, y Villarreal, puede resultar el nombre antiguo de la actual Ciudad Real (ya mencionada como Villareal en tiempos de Alfonso X). De esta misma forma, hemos de identificar Moraleja con nuestra La Moraleja de comienzo de este artículo, cuando nos referíamos a la población que sustituyó a la vieja Jamila y se conformó como el origen de la actual Villanueva, Así pues, todo apunta a que efectivamente San Vicente Ferrer la visitó, pero cuando aún era la villa dependiente de Montiel, y todavía no se habían fundado ninguno de los conventos dominicos de los que hemos hablado anteriormente.



Posiblemente su estancia tuviera lugar a finales de la primavera y comienzos de verano. Para ello hemos de seguir el itinerario, del cual diremos que faltan algunas otras localidades, además de seguir probablemente otro orden, puesto que no creemos que a partir del anterior, el santo llegara a La Moraleja, marchara a Albacete, y luego fuera a Villaverde en la sierra, y de ahí a Ciudad Real. Siguiendo al también estudioso Carlos Ayllón, sabemos que el santo salió de Murcia hacia el 11-12 de abril de 1411, llegando a Cieza el 16 de abril. Pasó por Hellín y Tobarra, llegando a Chinchilla entre el 21 de abril y el 9 de mayo. Permaneció en Albacete entre el 10 y el 12 de mayo, y luego partió hacia Balazote, llegando al día siguiente a Alcaraz (13 de mayo), lugar en el que permaneció varias jornadas porque según la Crónica del Padre Pareja “el partido de los vicios estaba muy pujante; y con especialidad en las mujeres.”

En adelante, la comitiva avanzaría hacia tierras de La Mancha, pasando probablemente por Villaverde, Moraleja, Ciudad Real, Malagón, Los Yébenes, Orgaz, y Nambroca, lugar éste último en donde predicó el 30 de junio. Llegó a Toledo ese mismo día, tras haber comido en Nambroca; según P.M. Cátedra, entró montado en un asno, con un sombrero de paja y bendiciendo a la gente que intentaba acercarse a él para tocarle; mientras, desfilaba por delante de él una gran comparsa de doscientos hombres y trescientas mujeres que marchaban en procesión rezando. Finalmente, ya entrado julio partió para Ayllón (Segovia). Se deduce con todo esto que el santo pudo visitar La Moraleja (Villanueva) a finales de la primavera de 1411, entre el 13 de mayo, fecha de su llegada a Alcaraz, y el 30 de junio, momento de su predicación en Nambroca.

Sirva este artículo no sólo para mostrar un poco de luz sobre una visita de alguien singular ya perdida en el tiempo, sino también para que la memoria cultural se busque, se reconstruya y se conmemore, como fundamento de la esencia de las poblaciones y de lugares tan hermosos como este.