miércoles, 20 de mayo de 2009

Amaneció, que no es poco




Después de dos intentos frustrados por la nieve y la lluvia, el sábado 25 nos levantamos temiendo que un día más nos acostaremos sin haber visto Ayna. Sin embargo, para sorpresa de todos, el cielo está despejado.
Los expedicionarios habituales nos encontramos en el parking de la universidad y en dos coches emprendemos la marcha. Ya en Ayna nos reunimos con Monchi, Isabel y Cristina, compañeras por un día, y con Jesús, el encargado de la oficina de turismo, que será nuestro guía.
Tras unos kilómetros en coche iniciamos a pie la ruta que nos llevará por la sierra hasta la Cueva del Niño. Admiramos el paisaje, nos asomamos a los precipicios y con ayuda de Jesús imaginamos cómo fue la vida allí tiempo atrás.

Llegamos a la entrada de la Cueva y ya en la pared exterior encontramos un preludio del interior: una mancha informe que las explicaciones de Jesús y Manuel convierten en nítida figura, muestra del arte levantino.
Almorzamos y nos adentramos linterna en mano en la caverna: observamos en dos paneles el contorno perfecto de varios animales que alguien dibujó miles de años atrás, admiramos lo que podría ser una lámpara paleolítica y escuchamos atentos todo lo que nuestro guía nos cuenta hasta que los flashes y los gritos de un grupo de excursionistas acaban con el sueño. El debate de cultura de masas vs. cultura de élite será el tema de conversación de la sobremesa.

Bajo un sol de justicia deshacemos con la lengua fuera el camino andado hasta llegar a la Cueva y nos despedimos. Quedamos los de siempre.

Ponemos rumbo a Liétor y allí, en La Posada, recuperamos fuerzas para la segunda parte de la excursión. Ya en el café se nos unen Rafa, discípulo de Manuel, y Eli. Gracias a su intermediación, Don Paco nos enseña el Convento de los Carmelitas Descalzos. Lo más sorprendente: las momias expuestas en una cámara subterránea y, sobre todo, el ensayo de órgano. Emocionados, decidimos que vendremos a uno de los cuatro que se celebrarán entre mayo y junio.

Salimos y nos dirigimos a la ermita de Nuestra Señora de Belén, donde Don Paco, solícito, nos guía y descifra durante largo tiempo las pinturas que lo cubren todo.

Es tarde y solo tenemos tiempo para una breve visita a la Iglesia de Santiago Apóstol. Un estilo diferente, nuevas explicaciones y, de nuevo, un órgano. Este del siglo XVIII. Definitivamente, vendremos al ciclo de conciertos.

Cuando salimos a la calle ya son las 19:30 y todavía luce el sol. El día ha sido largo pero fructífero: muchos descubrimientos, buenos momentos y sobre todo… ¡se acabó nuestra mala suerte!

1 comentario:

MANUEL dijo...

Preciso resumen de un día deseado... El título no puede ser más adecuado.