domingo, 8 de marzo de 2009

IGLESIAS GÓTICAS EN LA MONTAÑA DE ALCARAZ


La arquitectura gótica ha sido catalogada tradicionalmente como la quintaesencia de la estética de la luz, en relación con los principios constructivos surgidos en la Francia de los Capetos al hilo de la interpretación de los textos de Juan Escoto sobre la delgada línea entre lo material y lo espiritual, inspirados en el Pseudo Dionisio Areopagita, un seguidor de Plotino confundido con el original ateniense quién sabe si por espurios intereses del abad Suger :
Las luces materiales son imágenes de las luces inteligibles y, sobre todo, de la luz verdadera misma.
Quizá por eso, a menudo hemos identificado el edificio gótico con una estructura mayestática y ascensional, donde el volumen espacial se convierte en algo ingrávido y etéreo, gracias a los vitrales que sustituyen los muros de piedra por enormes cortinas de color y luz, convertidas ahora en imagen alegórica de lo sagrado. Es la idea de la catedral epatante, rival de sus vecinas en altura y esplendor, y evidencia última del mayor prestigio y poder de los nuevos burgos a los que sirve de guía y de la sede episcopal a la que representa.
Siendo éste el edificio prístino de la Baja Edad Media, desde luego no es el único, ni en su sentido funcional ni en su tipología. La diversificación de las actividades humanas como consecuencia de la reactivación política y mercantil favoreció el desarrollo de construcciones conforme a las nuevas circunstancias sociales, al tiempo que permitió una simbiosis entre diferentes elementos y modelos constructivos de procedencia diversa y de origen religioso o civil. Hay quien duda, por ello, que todas estas variables puedan estar sujetas a unos mismos principios estilísticos y propone una revisión del viejo y demoledor epíteto vasariano. Pero no es éste el objeto de nuestro comentario… , sino destacar cómo en el ámbito mediterráneo surgieron arquitecturas que sustituyeron el principio ascensional por otro puramente espacial, más acorde con su finalidad práctica pero inspirado también en la filosofía religiosa, en este caso escolástica. Desaparecida la alegoría lumínica, el edificio quedaba reducido a su dimensión natural, el volumen, meridiano y perfecto, racional y aristotélico, aún en sus ejemplos más nimios. El espacio simbólico se transformaba en espacio natural, más próximo a la realidad de los fieles y a la habilidad de los alarifes.
En este contexto se sitúan las denominadas iglesias de arcos diafragma, pequeñas construcciones de cabecera plana y una sola nave con fajones generalmente apuntados, de perfil bajo y correspondencia exterior, sobre los que apea una estructura de madera a doble vertiente y en par hilera. Este sencillo modelo de fábrica pudo tener sus orígenes mucho antes y haberse consolidado a través de la arquitectura cisterciense. En España, muy abundante también en obra civil, parece desarrollarse en Cataluña y Valencia desde donde se trasladaría a nuestras sierras y al Campo de Montiel a mediados del siglo XV. Las parroquias de Villapalacios, Ossa de Montiel, Cotillas o Riópar Viejo, junto a otras ermitas menores en Liétor o Masegoso, responden a estas características, que algunos autores identifican con lo mudéjar por la decoración pictórica de las armaduras o sotocoros. Es curioso observar cómo, dónde hay campanario, a los pies de la iglesia, éste es ya renaciente.


Imagen: Interior de la iglesia del Espíritu Santo. Riópar Viejo. Estaba concluida en 1475; la torre es anterior a 1585. Declarada Bien de Interés Cultural por R.D. 3548/1981 (BOE 24-03-82).

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