domingo, 15 de marzo de 2009

TRADICIÓN ESCURIALENSE EN LA RODA. LA TORRE DEL SALVADOR.




La primera señal identificativa de La Roda es, sin duda, la torre campanario de la iglesia del Salvador, conocida popularmente como “El faro de La Mancha”, por ser testigo y guía de las comunicaciones que desde nuestra región ponen en relación el levante español con el centro peninsular. Sin embargo, no se trata sólo del monumento más visible de la población, sino también uno de los más destacados; coronación del templo columnario al que acompaña y plasmación artística del desarrollo urbano de La Roda durante los siglos XVI y XVII.
Erigida como es tradicional al oeste de la construcción y en el centro mismo de su eje axial, la torre consta de tres cuerpos –incluido el de campanas- y remate en sencillo chapitel piramidal. Se corona con bola, a modo de cofre, y cruz a más de cincuenta metros de altura. Y, sobre el cerro del castillo, domina buena parte de La Mancha oriental, el campo de Montiel y las sierras de Alcaraz y Montearagón.
Los orígenes de la fábrica son inciertos, aunque algunos documentos indican que pudo iniciarse en 1569. No obstante las obras no debieron agilizarse hasta 1581, cuando el Visitador General del Obispado de Cuenca, Juan de Castañeda, apelaba a la necesidad de concluir “las bóvedas, la torre y la capilla mayor de la iglesia”. Poco tiempo después debía estar ya levantada, si es cierta una nota encontrada en la bola del remate que señala que fue en 1604 cuando se ascendió por vez primera a ese punto (*).
Sobre su autoría, desconocemos si pudo ser obra de Hernando de Buedo quien en 1569 hacía la capilla de Santa Catalina, del más afamado Agustín Berlandino, maestro cantero en el importante convento de Santo Domingo de Orihuela, vecino y residente en La Roda a principios del s. XVII, o de cualquier otro. Pero parece probable que a lo largo del tiempo debieron intervenir varios artífices y que las trazas de la cornisa fueron dadas por alguien vinculado con el último renacimiento palladiano. Sabemos sí que el chapitel hubo de ser reparado en 1664 conforme al proyecto del maestro de obras del obispado conquense José de Arroyo, y que se repitieron las restauraciones en 1734 y 1803.
Frente a la desnudez de sus cuerpos inferiores, emparentados con la parroquial de la vecina Minaya o la más lejana de Quintanar de la Orden, la crestería es de un sobrio manierismo, con friso de canecillos alternantes y antepecho cajeado y decorado por pirámides y bolas herrerianas. Los motivos ornamentales nos recuerdan los que presiden el ayuntamiento de Villarrobledo, concluido en 1599. El entablamento a la portada dórica del lateral de la iglesia de San Martín en La Gineta, tallada en las primeras décadas del siglo XVII. Y el chapitel al que se eleva sobre la torre de la iglesia de Pozo Rubio, de la misma época.
Sea como fuere, el conjunto responde a un modelo arquitectónico que cautiva al viajero por su monumentalidad y solidez, relacionado con lo toledano y de evidentes influjos escurialenses. En 1755 el padre Pablo Manuel Ortega en su Descripción Corográfica de la Provincia de Cartagena escribe de primera mano: “ … su torre, con su capitel (sic) de piedras labradas, es alhaja que pareciera bien aunque fuera en la Corte”.
En 1879, Leandro Candel, maestro relojero de Lezuza, instalaba el reloj que podemos apreciar en las fotografías de principios del siglo XX. En 1925, el palentino Moisés Díaz montaba el actual, posteriormente desplazado hacia el campanario que hubo de ser parcialmente cegado.

(*) Inocencio Martínez retrasa la fecha a 1634, por coincidencia cronológica con los personajes que se mencionan en la citada nota.

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