miércoles, 4 de febrero de 2009

EL ADEREZO DE BRILLANTES


Una de las mejores maneras de conocer el ambiente y el trasfondo social de una época determinada, es acercarse a determinadas actitudes o modas, que repetidas secularmente entre generaciones, fueron poco a poco convirtiéndose en costumbre. Entre dichas maneras desatacan las dotes matrimoniales, muy representativas de los grupos privilegiados, y en algunos casos caracterizadas por una gran suntuosidad, muy alejada de lo que acostumbraban a realizar entre los grupos del pueblo llano debido a su pobreza.

Un ejemplo de este boato nobiliario lo encontramos en Mª Francisca de Paula Carrasco y Arce, hija de la Condesa de Villaleal. En 1799 se casó con Don Luis Roca de Togores y Rosel, Conde de Pino-Hermoso. La dote se compuso entre otras cosas de almuerzos de china, cobertores de cama festoneados, sábanas de lienzo, guantes de piel de cabritilla y batista, vestidos de raso bordados en seda, abanicos, alfileres y sortijas de brillantes, relojes de oro y medallones, baúles, escribanías de plata, seis pares de zapatos, juegos de peinadores con mangas y encajes, tela de muselina para camisas de dormir, una gorrita de encaje sobre lino, medias, toallas, pañuelos, blondas, corpiños y chales. El total de su dote ascendía a 392.772,20 reales, a los que se añadían los 39.877,7 como donación de sus padres. Además, su padre Don Fernando Carrasco, le dio en concepto de alimentos y por ser su sucesora una paga de 3.000 ducados anuales, correspondientes a la sexta parte de sus mayorazgos, y pagaderos en junio y diciembre.

De entre los objetos de la dote antes reseñados y no mencionados, no quiero olvidar aquí la presencia de un coche a la inglesa de color verde con orla de oro y forrado en terciopelo de colores, valorado en 28.717 reales; y la de un jubón de maja guarnecido de presillas de seda, con más de mil botones de plata, valorado en 2. 046 reales.

Pero sobre todo destacar un aderezo de brillantes compuesto por un collar con dos corazones unidos, un par de pendientes largos con colgantes, dos manillas a dos carreras, dos flores grandes, una media luna para el peinado, y una sortija de lanzadera y otra ochavada. En total, este fabuloso aderezo para Doña Mª Francisca se encontraba compuesto nada menos que de 3.490 brillantes montados al aire y forrados por su espalda de oro, ascendiendo su valor a los 134.434 reales.

A mediados del mismo siglo, un jornalero de Albacete ganaba entre 300 y 500 reales anuales, y si era maestro de algún oficio, su sueldo podía llegar con suerte a los 800 reales anuales. Aunque tal y como afirmaba Hamilton hacia los últimos veinte años del siglo XVIII, cuando se celebró esta boda nobiliaria, los sueldos de los que trabajaban tendieron a ascender, si decidiéramos comparar dichos salarios anuales de los jornaleros con la dote matrimonial de Dª Mª Francisca, no sabríamos lo que tendrían que trabajar -no vivirían lo suficiente- para alcanzar y ni siquiera acariciar uno sólo de los objetos antes expuestos. Y del nivel de vida no hablemos... ¡Así se casa cualquiera! dirían, observándo a los privilegiados como aparecen en el cuadro de Fragonard que adorna esta pequeña semblanza costumbrista.

1 comentario:

MANUEL dijo...

Interesantísima entrada acerca de los modos de vida de las clases nobiliares locales en la época. Por cierto, 1799 fue también el año en el que, tras la destitución de Manuel Godoy, accedió a las tareas de gobierno un curioso personaje: Mariano Luis de Urquijo, ilustrado, jansenista, traductor de Voltaire y promotor del viaje de Humboldt por la América Hispana. Su presencia en la Secretaría de Estado fue efímera, aunque años después volvería a ser ministro bajo el reinado de Jose I.